19 EVOLUCIÓN

© Manuel Peñafiel, Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.

6/5/202510 min read

Fue en el año de 1979 cuando surgió en mi mente la idea de realizar una exposición fotográfica a la que llamaría ¿ Evolución ?, enmarcando dicho título con signos de interrogación, ya que considero que el ser humano ha evolucionado científica y tecnológicamente, pero sus sentimientos y emociones no han evolucionado lo suficiente para lograr convivencia pacífica. La familia aún es raquítica y defectuosa. No existe la suficiente comunicación entre padres e hijos. Las naciones no dan a otras, solo comercian y propician guerras para expansión lucrativa estrangulando las posibilidades de fraternidad entre los pueblos. Los seres humanos aún nos encontramos en estado embrionario en lo que se refiere al desarrollo que nos conduzca a una mejor relación con nuestros semejantes.

Para desarrollar estas imágenes yo necesitaba fotografiar algunos fetos humanos y fue en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México donde me permitieron hacerlo.

Las semanas que siguieron las dediqué a esbozar a lápiz los croquis de lo que serían las fotocomposiciones que integrarían la exposición ¿ Evolución ?

Acudí a la universidad donde los científicos me permitieron fotografiar a los fetos preservados ahí. Además acudí a algunos hospitales infantiles donde fotografié criaturas gravemente afectadas por inanición. El desarrollo de las imágenes partió desde las primeras formas de vida que emergieron del mar; dichas composiciones visuales mostraron lejanos seres humanos dedicados a la caza, recolección de frutos hasta tempranas civilizaciones que condujeron a manifestaciones esotéricas y la invención de sometedoras religiones. La temática incluyó aspectos humanos como la conciencia, la imaginación, el deseo, la soledad, el egoísmo, la amistad, la guerra, el hambre, el suicidio y la irreligión.

Finalmente con material galáctico y migajas existenciales armé la exposición ¿ Evolución ?

Para la inauguración vestí un traje de satén negro. La humanidad no merecía festejo. Solamente luto juvenil. Una reportera preguntó la razón por la cual yo utilizado embriones dentro de las composiciones fotográficas. Respondí que somos seres con incipiente desarrollo emotivo hacia nosotros mismos y hacia los demás. La mayoría de las personas están subyugadas por los bienes materiales, poseer les da la sensación de existir y sentirse alguien. Pero…¿ qué sucede con la fuente inagotable que existe en nuestra mente ? Los seres humanos la desecan revolviéndose en vorágine consumista que los ha hecho olvidar la riqueza que existe en los sentimientos y en la naturaleza aún sin ensuciar.

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Esa noche después de la apertura de la exposición volví tarde a mi apartamento en Tecamachalco. Permanecí en la sala largo tiempo sentado en la obscuridad. Bajo el umbral de la puerta apareció una silueta blanca. No me inquietó verla, sabía de quién se trataba. Era una mujer con el cabello de espuma plateada que era nido de gansos nocturnos. Al verla supe que ella había vivido una existencia prestada. Los pliegues de su ropa eran de etérea esclava. Princesa descalza.

La mujer abrió la boca, de esa oscura cavidad salieron destellos de acerina palpitante. Me preguntó por qué había colocado aquellos signos de interrogación al título de mi exposición ¿ Evolución ? Le respondí que dichas interrogaciones navegaban hambrientas por devorar la respuesta ¿ a qué somos ? Aquellos signos de interrogación han visto a ciudades y pueblos. Objetos, ruidos y líneas. Las avenidas están fatigadas de sostener a tantas vidas que van y vienen con extraviados horizontes, que sienten o que tal vez ya son insensibles. Allá un timador que ríe, allá un gusano que llora. Allá una luz que anuncia o una vida que renuncia. Vidas jóvenes que llevan maletas llenas de falsas convicciones. La metrópoli está mojada, mi ciudad natal está llorando. Sus habitantes están ciegos, no saben que sus corazones estarán en una jaula. Ellos no se han percatado de que están cavando la fosa donde van a sepultar a su propia alma, si es que todavía les queda un pedazo. La Ciudad de México abrumada está, sus hijos están violando el origen de su nombre el cual de vigor ya carece. Nombre que tiene aroma a piedra y brusca historia. Todo se está poniendo sucio, hasta las alas de los pájaros que caen malditos por la polución ambiental. Todo se está tornando corrupto y no puedo hallar el camino que nos llevará al buen final. No puedo caminar sobre las calles de mi cuna citadina, porque mis pies se mojarán en charcos de lluvia ácida. Las lágrimas de una ciudad que está tiritando, porque sus propios hijos robaron sus cinco soles y están escupiendo sobre sus lunas. A la Ciudad de México la han hecho inhabitable, irresponsablemente se reprodujeron con arrogante egoísmo sin prever el arduo destino que les aguarda a sus descendientes.

Cuando terminé de dirigirme a la mujer, ella abrió de nuevo su boca. Más pensamientos llegaron a mi cabeza. Nuestro diálogo no era una conversación sonora con palabras, los pliegues de nuestra intercomunicación flotaban en lienzos intangibles. Interrogó acerca de cómo había llegado yo a esta situación personal. La respuesta fluyó de mi entrecejo expresándole. Todo se inició hace varios años cuando el pelambre empezó a cubrir mi cuerpo, los colmillos se asomaron remedando dagas de marfil sediento. Mi cerebro revolucionado ya no se ha detenido al expeler ideas en rehilete de fuego blanco en tonalidades impacientes. Dejé de comunicarme verbalmente con la gente opté por escribir. Hice tatuajes entintados e irregulares. De mi boca los sonidos se mezclaron con gruñidos. Me alejé de la sociedad. Mi ataúd blanco estuvo a punto de asfixiarme con los autorreproches. En las noches me desgarran gitanas homicidas. Mis sueños saben a vinagre invadiendo tiernas camelias pecosas. Mi automóvil se ha estrellado contra un glaciar eterno de tachuelas. He despertado en las mañanas con los brazos rotos después de tratar el rescate de náufragos en oleajes y carnicería. Me han asesinado enormes escorpiones destrozándome las entrañas con aguijones afilados con el miedo. Mi fatigado espíritu ha emergido igual a una clara de huevo, espesa e incapaz de volatilizarse como lo exige la ley del Cosmos. Agonizante y desesperado veo mi existencia escurrirse por una alcantarilla. Despierto en el día, siguen las visiones y los niños huérfanos llueven en Universo de pardo olvido. Los perros rojos salen del sol ladrando agresivos. Cierro los ojos y una mujer devora un reptil. Volteo el rostro y fantasmas de trapo me acechan con mordidas oxidadas. En ocasiones, mi mente cansada se arrastra hacia un oasis de esmeraldas rotas. He perdido toda noción de civilización. Prefiero retraerme a mi gruta de oso paranoico.

La mujer permanecía en el umbral de la puerta emanando tenue luminosidad. Sus delgados brazos caían a los costados. En una de sus muñecas portaba un angosto brazalete de los que les ponen a enfermos con su nombre cuando están internados en el hospital. A pesar de que la mujer era vaporosamente blanquecina, su costado izquierdo se veía herido con costuras. Lentamente se movió de lugar. Se desplazó igual a blanda vaporosa estatua. Ahora de su cabeza emergía una columna vertical de luz hacia arriba.

La energía en luminoso torrente se topaba contra el techo salpicando gotas incandescentes. Aquellas palpitaciones eran abecedario energético. La mujer me estaba diciendo,

tus pensamientos son capaces de construir una metrópolis desfilando en tus párpados. Las ideas alzarán tu cabello, despeinándolo, empujarán y tal vez bromeen. En ese momento arrodíllate mentalmente en el aire y canta, aunque creas que de ti no sale música. No importa que en tus manos tengas esponjas muertas. Las puedes convertir en amorosas convulsiones. Todo se puede transformar en red de agitación caliente, en relojes con ojos que todo vean. Imagina que hermoso sería ver correr a niños revolcándose en la hierba y que ésta juguetonamente les pinte el cuerpo. Su esencia sería tan verde como la sangre que corre en los espejos. ¿ Te gustaría platicar con la barranca de los sueños ? ¿ Te agradaría probar lo que es amar al Sol ? ¿ Quisieras ver desnuda a la constelación entera ?

A aquella mujer le repliqué que en ocasiones imagino que los seres humanos solamente estamos hechos de la corteza del mamey sin poder hundirnos en su pulpa. Me gustaría volverme la niebla que interrumpe el ardor de la madrugada y ser blanco en los huesos sin tenerlos helados. Tiemblo cuando toco historia y no siento algún penacho. Triste me doy cuenta de que en mí no hay sonidos, ni vasijas, dardos o inmensidad lustrosa.

La mujer me miró fijamente. Su rostro bondadosamente blanquecino se expandía. Parecía enorme pez con arena en todo el cuerpo con su piel quemándose en las raíces caoba de la noche. Sus ojos huecos estaban posados intensamente clavándome con mi propio temor. De sus cavidades oculares salieron cuatro diminutos potros, con tres corazones en las pezuñas, sus jadeos fundieron lo oculto.

De nuevo la escuché, de su interior emanó sonido enérgico que hizo vibrar algunos objetos que estaban en los libreros de la habitación.

Ella dijo, tú solamente debes encontrar la verdad y lo trágico es que la buscarás solo. Solo como naciste, solo como dudaste. La verdad es la amante del solitario que se atrevió a buscarla. El sonido continuaba emanando de ella. Salía e inundaba el ambiente. Parecía que el aire se solidificaba con sus sentencias: Renuncia a la monotonía, apodérate de un helecho magnético, revuelve la lógica, aventúrate en solsticio, mastica cerro huichol, disfruta los honguitos selváticos, bebe libertad personal, apresúrate y ordeña al dragón, abandona tu anémico itinerario , diseña hoyos negros ahí arroja los desechos, muerde la carne de sirena, enciende los topacios años luz, calza sandalias y agujetas de asteroide, peina tu melena con lo que tú aspires ser.

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La figura femenina volvió al umbral de donde había aparecido aquella noche, como si ahí fuese un lugar especial. Pensé que algo iba a suceder nuevamente, pero me di cuenta de que estaba desapareciendo. No deseaba que lo hiciera. En ese momento sentí ahogarme con todas las lágrimas no lloradas cuando había fallecido años atrás, a las gotas de llanto las detuve en mis ojos para no ser vistas. Vi un clavel de mármol rojo en la mirada de un color dormido, oí la conversación entre las palomas posadas en las cornisas del edificio, una corona de limones apretó mis sienes.

No te vayas, supliqué. ¿Por qué volviste?”. Su silueta se disolvía, aún así me respondió: Hace cuatrocientos nacimientos que te amo. Cuando la luz no se cuajaba todavía. Cuando la tierra tenía miedo de formarse. Y los caminos existían flotando en los futuros. Cuando las grietas no decían algo en mis labios. Cuando los sismos parecían inofensiva música y mis dedos no echaban raíces en mi cuerpo. Cuando todo no existía. Cuando la nieve de mis lágrimas no se derretía. Cuando los aires tropezaban con el cielo. Hace cuatrocientos ayeres yo ya te amaba.

El espectro femenino se fue haciendo angosto. Su luminosidad parecía contraerse. Quedó de ella una raya vertical, parecida a la hoja de luminosa daga. Corrí y quise sujetarla. Estiré los brazos y cerré los puños. Un agudo dolor hizo flaquear mis fuerzas, las rodillas se doblaron y caí al piso. En la oscuridad sentí que algo escurría de las palmas de mis manos, supe que era sangre. Era tristeza líquida, brotando de herida provocada por la ausencia.

©Manuel Peñafiel - Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.

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1 Portada Catálogo Exposición Fotográfica Evolución  de ©Manuel Peñafiel, Galería Arvil, 1980

2 Evolución Exposición Fotográfica de ©Manuel Peñafiel, Galería Arvi, 1980

3 MANUEL PEÑAFIEL En la Cuerda de su Imagen Texto de José Luis Colín 1980

4 MANUEL PEÑAFIEL En la Cuerda de su Imagen Texto de José Luis Colín, 1989

5 Evolución Prólogo ©Manuel Peñafiel

6 El Sol 1979 ©Manuel Peñafiel

7 El Fuego 1979 ©Manuel Peñafiel

8 Atlántida 1979 ©Manuel Peñafiel

9 El Faraón 1979 ©Manuel Peñafiel

De izquierda a derecha:

10 La Egipcia 1979 ©Manuel Peñafiel.jpg

11 Los Griegos 1979 ©Manuel Peñafiel

12 Los Olmeca 1979 ©Manuel Peñafiel

13 Los Maya 1979 ©Manuel Peñafiel

14 Crema de Nuez 1979 ©Manuel Peñafiel

15 La Inquisición 1979 ©Manuel Peñafiel

16 El Cautiverio 1979 ©Manuel Peñafiel

17 La Mano 1979 ©Manuel Peñafiel

18 La Espera 1979 ©Manuel Peñafiel

19 La Gitana 1979 ©Manuel Peñafiel

20 ¿ De dónde vinimos  1979 ©Manuel Peñafiel

21 Somos El Cosmos 1979 ©Manuel Peñafiel

22 La Familia 1979 ©Manuel Peñafiel

23 Mi Autonomía 1979 ©Manuel Peñafiel

24 Mi Autonomía 1979 ©Manuel Peñafiel

25 Mi Autonomía 1979 ©Manuel Peñafiel

26 Mi Galaxia Personal 1979 ©Manuel Peñafiel

27 La Amistad 1979 ©Manuel Peñafiel

28 Explosión, 1979 ©Manuel Peñafiel

29 Explosión 1979 ©Manuel Peñafiel

30 Explosión Solar 1979 ©Manuel Peñafiel

31 Los susurros de Feliza 1979 ©Manuel Peñafiel

32 Los Susurros 2 1979 ©Manuel Peñafiel

33 El Hambre, 1979 ©Manuel Peñafiel.jpg

34 La Depresión, 1979 ©Manuel Peñafiel

35 El Suicidio 1979 ©Manuel Peñafiel

36 Los Susurros de Feliza 1979 ©Manuel Peñafiel

37 Los Susurros de Feliza 1979 ©Manuel Peñafiel

38 La Imaginación 1979 ©Manuel Peñafiel

39 El Ego 1979 ©Manuel Peñafiel

40 Fellatio 1979 ©Manuel Peñafiel

41 La Conciencia 1979 ©Manuel Peñafiel

42 Los Susurros de Feliza 1979 ©Manuel Peñafiel

43 La Mirilla Autorretrato 1979 ©Manuel Peñafiel

44 Vampirismo 1979 ©Manuel Peñafiel

45 Trayectoria de ©Manuel Peñafiel