42 LA TERAPIA
© Manuel Peñafiel, Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.
6/5/20252 min read
Siempre he pensado que en algunos casos las terapias psicológicas no logran sanar completamente las heridas existenciales, sin embargo en 1996 cuando el psicólogo Lorenzo Martín Chapa me habló acerca de las sesiones desarrolladas en su consultorio, lo escuché con interés. Le comenté que había momentos en que sentía deseos de llorar sin saber la razón concreta. Yo no recordaba cuando había sido la última vez que había llorado. Desde niño me bloquearon la forma natural para liberar mis sentimientos.
Aquel psicólogo me explicó que la terapia psicocorporal consiste en llevar al paciente por un recorrido de su vida, y que cuando el paciente en su narración llega a una experiencia dolorosa en su pasado, el psicólogo lo recuesta diciéndole que siga pensando en esos episodios que le atormentan, indicándole que respire profunda y repetidamente; estos ejercicios respiratorios se conocen con le nombre de hiperventilación con la cual el cerebro acumula tal cantidad de oxígeno que se provoca la catarsis, siendo entonces, cuando las emociones contenidas en el inconsciente fluyen ya sin barrera alguna de manera espontánea y revivida. De esta manera el paciente libera tristeza, ira, miedos, resentimientos u otros acumulamientos dañinos; a este proceder se le llama descarga, pues en realidad el paciente aligera aquellas emociones y sentimientos nocivos que a lo largo de su vida había acumulado y cargado en su psiquis.
Al enterarme de esta técnica, comprendí que el momento en mi vida había llegado para emprender tal terapia. Dentro de mí
había mucho que era necesario descargar.
Y aunque en el presente aún conservo fuertes dosis de tristezas, frustraciones y resentimientos, por lo que considero aquellas terapias similares a un masaje el cual alivia temporalmente el dolor, sin embargo éste acude repentinamente en ocasiones, aquí relato lo que sucedió durante mis visitas al consultorio de aquel psicólogo.
Fueron sesiones donde logré descargar ira y rencores acumulados. Fluyó profundo llanto y colérica rabia.
Transpiré el malestar. Por momentos las flemas del enojo parecían ahogarme. El llanto surcó mi helado y deformado rostro. Después de tan violento esfuerzo venían náuseas, al vomitar salía el espeso odio y la amarilla ira. Vomitando expulsaba nauseabunda frustración e indigesta rabia.
Durante estas sesiones de terapia psicocorporal el paciente grita, patalea, pelea y se defiende como no fue posible hacerlo siendo niños o aún adultos, cuando se nos ordenó callar y resignarnos. Con estos ejercicios logré expulsar parcialmente al papá y a la mamá malos, después de deshacerme de cierto rencor y valorar que a pesar de sus defectos me nutrieron en ciertos aspectos.
Mi padre Ricardo me enseñó a cultivar la disciplina y la constancia que abonan los frutos logrados con mi trabajo, así como el aprecio a la tierra donde nací.
Renée mi madre, me transmitió la simpatía y comprensión hacia los seres humanos. De su personalidad asimilé el optimismo hacia la existencia cotidiana.
Jamás acudo al cementerio, ya que sé que ellos dos no se encuentran dentro de oscuras y reducidas tumbas, en cambio albergo la ilusión de que Renée y Ricardo estén iluminados por enjambre de estrellas novas, liberados ya de penas y preocupaciones, disfrutando aquella nupcial fiesta que aquí en este mundo les quedó inconclusa.
Mis padres ahora son dos recuerdos que me acompañan a diario. En el día son sombras que se mueven prontamente. Y en algunas noches son figuras luminosas que visitan mi morada. Siento que ninguno ha muerto.
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©Manuel Peñafiel - Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.
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