44 EPÍLOGO

© Manuel Peñafiel, Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.

6/5/20253 min read

Fueron estas sensaciones y misteriosas imágenes mentales las que han mantenido la incertidumbre. ¿ Por qué llegaron a mí estos pasajes ? ¿ Los inventé ? ¿ Acaso la imaginación es algo incontrolable que se pone a funcionar sin uno proponérselo ?

En mí existen incógnitas. Aún ignoro por qué en el transcurso de la terapia psicocorporal sentí el deseo de bailar al llevar a cabo aquellas descargas emocionales durante las cuales yo intuía que mis movimientos no eran grotescos ni absurdos, sino que se encontraban dentro de un rítmico propósito, y aunque se trataba de sencilla coreografía, mi cuerpo se sentía bien al ejecutarla.

No es mi deseo incurrir en las riesgosas elucubraciones acerca de vidas pasadas. La palabra reencarnación no encaja en mi vocabulario. Aún así la sensación de haber vivido en África permanece en mí llena de misterio. Otra suposición es que dentro de los seres humanos existe un códice genético milenario, que tal vez libera sus inscripciones en determinadas circunstancias; en mi caso en el frenesí de una catarsis mi organismo deseó bailar para sacudirse de cargas negativas en el subconsciente. Mi cuerpo danzó, moviéndose de manera semejante a como lo hicieron nuestros ancestros en la cadena evolutiva, allá en el antiguo continente donde nació el ser humano: Africa.

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Después de vivir estas experiencias surgió en mí el deseo de conocer el continente africano; estando allá conocí a un extraordinario guía llamado Kalului Mutuva. Durante uno de mis zafaris fotográficos, le pregunté que significaba su nombre. Respondió que su nombre era otro, pero que él usaba el apodo Kalului ya que así solía llamarlo su abuela. Había sido niño inquieto que jamás permanecía tranquilo, se movía jugando y tocando todo por la aldea. Su abuela por esto le llamó Kalului: aquel que cambia de lugar.

Le dije que el apodo impuesto por su abuela había resultado atinado, pues ahora con su trabajo de guía se desplazaba constantemente. Los dos reímos y abrimos una lata de cerveza para brindar juntos.

Más tarde, le pregunté si Buru significaba algo en su idioma.

Sin dudarlo respondió que Buru significa: Aquel que mira y luego olvida.

Inmediatamente le pregunté si K’jita significaba algo. Pensé que no me entendería y que aquella palabra sencillamente era parte de mi imaginación.

Sin embrago él repitió K’jita en forma natural y rápida. El sonido fue melódico y corto. Kalului entrecerró los ojos al sonreír y dijo:

K’jita significa la que va de prisa.

Aquel día me despedí de Kalului, y por la noche estando a solas meditando acerca de nuestra charla tendido sobre el catre en mi tienda de campaña, concluí que en los percances que yo había escrito acerca de Buru el infortunado cazador, el nombre de K’jita en mi narración coincidía con la existencia humana, ya que ésta para mí transcurre en forma apresurada, al tiempo en ocasiones, me gustaría detenerlo.

Kalului me había dicho que K’jita significa la que va de prisa, siendo que esa es la percepción yo tengo de la vida a la cual intento detener con mis fotografías las cuales son momentos arrebatados al tiempo, otra forma de preservar mi criticable, libertina e imaginativa biografía es escribiendo espontáneamente.

Y mi forma de ser es curiosa y observadora igual que con Buru. Yo miro. Analizo el paisaje y a la gente pero olvido mucho de lo que veo, solamente algunos sucesos y personas permanecen en mi archivo mental. Me gusta observar al mundo, a sus elementos vivos y cambiantes. Cuando camino o viajo voy registrando todo y a todos los que se cruzan en mi andar. Pero al final de la jornada únicamente escasos asuntos permanecen dentro de mi archivo cerebral. Mi mente desecha muchas circunstancias, las arroja fuera de la memoria en bagazo inútil. El cerebro es filtro y tira lo que no le sirve; tal como lo hacían los gambusinos a la orilla de los ríos, en mi coladera mental solamente permanecen las pepitas de oro.

Quizá alguna vez en otra época yo me llamé Buru: el que mira pero luego olvida.

¿ Acaso por eso escribo, para esta vez no olvidar ?

Aunque, en ocasiones me pregunto si aquel anciano andrajoso, el cual describo al principio de estos relatos, regresará para recordarme la crueldad de algunos aspectos de la vida.

©Manuel Peñafiel - Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.

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